La reumatología se ocupa del aparato locomotor, es decir, del esqueleto, los músculos, los tendones y los nervios que los conectan con el cerebro mediante el sistema nervioso central para realizar los movimientos.
Hay dos grandes tipos de problemas reumatológicos:
1. Problemas por sobreuso o envejecimiento:
Son lesiones provocadas por el exceso de carga (como en los tendones) o por el paso del tiempo. Cada persona envejece a ritmos distintos. Por ejemplo, tener discopatías en la columna no implica necesariamente tener dolor. Muchos pacientes con estructuras degenerativas pueden tener una vida normal según la edad y el tipo de trabajo.
Hoy en día, la inactividad por trabajos frente a la pantalla favorece estos trastornos. Por eso se recomienda realizar actividad física regular (gimnasio moderado, caminatas, estiramientos), beneficioso también para la salud mental.
2. Enfermedades inflamatorias:
Son trastornos como la gota (exceso de ácido úrico) o la artritis reumatoide (origen autoinmune), que pueden aparecer espontáneamente. El reumatólogo investiga los síntomas, antecedentes familiares y signos como erupciones o inflamaciones previas.
Las analíticas y pruebas ayudan a identificar qué tipo de reumatismo es, y la respuesta al primer tratamiento proporciona información sobre su eficacia.
Por último, no hay que olvidar el estado emocional del paciente: el dolor se percibe con mayor intensidad si hay tristeza o pesimismo, y la desconfianza hacia los medicamentos puede dificultar el tratamiento. La comunicación abierta y honesta entre paciente y médico es clave para el éxito terapéutico.